Ropa interior a la vista: de los sujetadores con vestidos palabras de honor a la lencería en el otoño-invierno 2023
Por María José Pérez - 28 de junio de 2023 - moda
Los sujetadores asomando por los vestidos palabra de honor a lo Miu Miu son solo el penúltimo capítulo de una tendencia histórica que resignifica el cuerpo femenino.
Quizás te sorprendió la inspiración lencera del desfile de Jacquemus en Versalles. Y también cuando viste a Scarlett Johansson en Cannes con un vestido rosa de Prada: parecía un escote palabra de honor por el que asomaba el sujetador. Pam. Tendencia dosmilera servida. Porque si eres millennial, seguro que te vino a la mente la imagen de Lindsay Lohan en Chicas Malas bajando por la escalera con ese minivestido negro y rosa con un sujetador fucsia sobresaliendo por la parte superior, a duras penas conteniendo su pecho. Esa escena es la sublimación de Cady Heron como la nueva reina, que en aquella época (2004) tenían en la sexualización explícita su razón de ser (y si dudas, recuerda la primera escena en la que aparece Regina George). Sin embargo, y a pesar de que Johansson ha sido cosificada y considerada como bomba sexual en demasiadas ocasiones, su aproximación a la tendencia de mostrar la ropa interior resultaba un poco más calmada, más pulida, aunque solo fuese por los tonos pastel que usó (deliberadamente, seguro) en su vestido.
No es casualidad que Miuccia Prada recurriese a esta microtendencia: tanto en la firma que lleva su apellido como en Miu Miu, la ropa interior y la lencería se han convertido en pilares fundamentales de sus últimas propuestas. En la colección de primavera-verano 2023 de Prada, los sujetadores y los culottes pudieron verse a través de vestidos transparentes y de punto tan, tan fino que resultaba translúcido; algo parecido a lo visto en la propuesta primaveral de Miu Miu, donde también había un vestido de tintes deportivos por el que asomaba un top blanco de tirantes finos. Y si nos vamos a la colección de otoño-invierno 2023/2024, la cosa se dispara: las transparencias, los vestidos de inspiración lencera y, por supuesto, la mencionada ropa interior está en casi todas las salidas del desfile. Eso sin olvidar, por supuesto, las bragas con jersey del final del show.
Bragas o directamente calzoncillos muy sonados (culottes, si lo prefieres) fueron los de Kendall Jenner firmados por Bottega Veneta, igual que el jersey que los acompañaba, o los de su hermana Kylie Jenner, que las combinó con un tank top de Loewe y un abrigo gris. Un anticipo de lo que vino después y que, sí, seguiremos viendo durante el otoño-invierno 2023/2024. Peor no es el único ejemplo de cómo esta tendencia traspasa lo puramente estético.
Durante los días de Cannes también viste otros de esos estilismos que cumplen a rajatabla la idea de enseñar la ropa interior: el de Irina Shayk de Gucci, con unas braguitas negras y un sujetador triangular apenas cubiertos por un vestido completamente transparente. Los titulares corrieron por todo Internet y los adjetivos para describir el estilismo fueron, cuanto menos, variopintos. El debate, en realidad, antiguo: ¿es un signo de liberación el que la modelo pueda pasearse así o, por el contrario, perpetúa la mirada patriarcal que sexualiza (principalmente) a las mujeres?
De Egipto hasta ahora, pasando por los 60 y los 90
Siglos atrás, como en Egipto, la exposición del cuerpo desnudo no suponía demasiados problemas (en determinados contextos) y es cierto que las transparencias han acompañado a la vestimenta desde hace años, como sucede con Las Maravillosas o Les Merveilleuses, mujeres pertenecientes a una subcultura de moda aristocrática en el París de la época del Directorio Francés (1795-1799). De hecho, tan finos eran sus vestidos, que trataban de imitar la vestimenta clásica, que la historiadora Diana Fernández afirma que "Las ‘merveilleuses’ escandalizaron París" por esas transparencias; las mismas que actualizó John Galliano para Givenchy tanto en 1984 como en la Alta Costura de 1996. Y con los 90 hemos topado. Pero antes, hay que hacerle justicia a la revolución de la ropa interior y del cuerpo de los años 60, 70 y 80.
A pesar de que desde la década de los años 20 del siglo XX el movimiento femenino y, por tanto, la concepción de su cuerpo se había ido flexibilizando, el New Look de Dior de 1947 volvió a ceñirlo y, en cierto modo, encorsetarlo dentro de esa ropa interior moldeadora que, en realidad, nunca llegó a desaparecer. Hubo que esperar hasta el movimiento hippy de los 60 y 70, una nueva oleada feminista y (cierta) liberación sexual para ver cómo la ropa interior no solo se volvía más cómoda y adecuada para la vida diaria, sino también para exponerla como signo de rebeldía y declaración política. Es decir, que enseñar el cuerpo y la ropa interior entonces podía leerse como una conquista, como una suerte de autosoberanía después de las restricciones anteriores. Frente a lo adecuado de décadas atrás, un golpe de incorrección que dejase claro que el status quo podía salir volando por los aires.
Esa idea siguió explorándose durante la década de los 70 y principios de los 80, especialmente arropada por el punk: esta corriente llevó a las mujeres jóvenes a continuar exponiendo su ropa interior como símbolo de rebelión y de distinción frente al mainstream, Vivienne Westwood mediante. De hecho, la archiconocida diseñadora británica fue una de las adalides de los corsés, una prenda que había sido denostada durante muchos, muchísimos años y que pasó de ser considerada ropa interior a una pieza exterior, a tops con entidad propia. Justo como el que llevó Madonna en Blond Ambition Tour en 1990 y que diseñó otro de los maestros de mostrar lo que antes estaba oculto: Jean Paul Gaultier.
Antes de este punto, tanto Cher con los diseños de Bob Mackie como la cultura deportiva y hip-hop de los años 80 siguieron favoreciendo la muestra de la ropa interior, tanto a través de los naked dresses como de los estilismos casual a base de leggings, calentadores, tops y maillots de tiro alto. Cuando, además, los cantantes empezaron a dejar asomar los calzoncillos y el elástico de las bragas por encima de los pantalones de tiro bajo en los 90, el caldo de cultivo estaba más que servido.
Durante los 90 y los 2000, cuando sucedió el verdadero furor por las prendas a la cadera, la ropa interior se convirtió en el escaparate favorito de algunas marcas para probar la logomanía. ¿Quién no recuerda ese Calvin Klein asomando por la cinturilla de unos vaqueros? ¿Y el logo de Tommy Hilfiger en Destiny's Child (y no solo en la ropa interior? ¿O a Britney Spears, Christina Aguilera y compañía con corsés o tangas bien visibles? Incluso Gillian Anderson cayó en la tendencia en pleno 2001 gracias a un vestido con un pronunciado escote en la espalda, un look que podría haber inspirado (al menos, en cierto modo) el del vestido rosa que llevó Hailey Bieber a la Met Gala en 2019.
La vuelta de lo sexual
No es ningún secreto que nos encontramos en pleno revival de los 2000: ya han pasado los suficientes años como para que las tendencias de aquel momento regresen a nosotros, a pesar de que, por ejemplo, el corsé lleva desde 2015 haciendo apariciones estelares en las pasarelas. Y una de las principales consecuencias es la recuperación del porn chic que tanto triunfó a principios del siglo XXI y que terminó de encumbrar a Tom Ford (a pesar de que luego fuese también su desgracia). La cuestión está en que parte de las millennials y la generación Z están acercándose a esta estética con una mayor conciencia y reflexión que en aquel entonces. El tiempo lo cura todo.
Mientras que en las décadas anteriores las únicas mujeres que se permitían llevar esa tendencia o ese tipo de look en los que el cuerpo estaba totalmente expuesto eran las que cumplían el canon, ahora mismo hay un mayor atisbo de diversidad. Al menos, en determinadas esferas. No es que todos los problemas de visibilidad hayan desaparecido, porque los titulares los siguen ocupando mujeres blancas y delgadas, pero sí puede apreciarse en las redes sociales un cambio de mentalidad que permite que los cuerpos que se vean, sean de todo tipo. Y que se vean del modo y en los tiempos que la persona desee.