Cristóbal Balenciaga: la serie de Disney+ que invita a reflexionar sobre la costura y la creatividad
Por María José Pérez - 20 de enero de 2024 - moda
“Cristóbal Balenciaga”, la serie dramática original inspirada en la vida y el legado del creador español nacido en Guetaria, uno de los diseñadores de moda más icónicos de todos los tiempos, esconde unas cuantas lecciones sobre creatividad que trascienden a sus vestidos.
Las comparaciones entre lo que es ahora Balenciaga y lo que hacía su fundador, Cristóbal Balenciaga, son más que habituales en las redes sociales, especialmente cuando la marca tras la que ahora está Demna realiza un lanzamiento o desfila en el marco de las semanas de la moda. Pero la comparación carece de sentido en tanto que las sudaderas poco tienen que ver con los vestidos hechos por el de Guetaria (se parecen tanto como una castaña a un huevo) y porque quienes defienden a ultranza la obra de Cristóbal esgrimiendo únicamente el argumento de la elegancia normativa, quizás se habrían llevado las manos a la cabeza si lo hubiesen visto en vivo y en directo: sus diseños fueron disruptivos. Sus diseños fueron vanguardistas. Amados por parte de la alta sociedad, sí, pero de un riesgo a la hora de su concepción y construcción que los sacaban de la norma.
Esos son solo algunos de los conceptos que han querido plasmarse en una de las grandes apuestas de Disney+ para este año, Cristóbal Balenciaga, la serie de seis capítulos que repasa la vida y obra de una de las figuras más misteriosas y emblemáticas de la Historia de la Moda. Huía de la prensa, hecho que lo separaba radicalmente de contemporáneos como Christian Dior, y defendía su intimidad con tal ferocidad que incluso quienes lo conocían mantenían cierto pacto de silencio a su alrededor. De hecho, muy conocida es la enemistad (pasajera) con Coco Chanel, originada a raíz unas declaraciones sobre Cristóbal que la diseñadora realizó a la prensa. Quizás por eso la mística alrededor de su trabajo era palpable.
Esa obra es la que se ha recreado de manera minuciosa para la producción de Disney+, y las encargadas de hacerlo realidad han sido dos mujeres, Miren Arzalluz, máxima conocedora de su obra, y Bina Daigeler, directora de vestuario. Lo han hecho a contrarreloj, porque tuvieron solo cinco meses para recrear los vestidos, pero el reto no solo estaba en el tiempo, sino en la comprensión del proceso de diseño y de construcción de las piezas habiéndolas visto solo durante pocos minutos y en la diferencia con respecto a los materiales originales. Tal y como han contado ambas a Vogue España, para conseguir los volúmenes tan característicos de Cristóbal, necesitaban textiles lo más cercanos posibles a los originales, algo que ha sido realmente complicado ya que las calidades actuales son diferentes a las de entonces y porque Balenciaga llegó a desarrollar textiles propios en colaboración con fabricantes, así que o bien no existen o no se usan.
Las lecciones de creatividad de Cristóbal Balenciaga
Los vestidos de Balenciaga que hemos visto en los primeros capítulos de Cristóbal Balenciaga, de Disney+ dan buena cuenta de ello, pero no es la única narrativa interesante en esta historia inspirada en los 30 años que pasó el diseñador en París. Porque lo primero que se puede extraer de esos vestidos bellamente ejecutados es que no salieron bien a la primera, ni en la vida real ni en la serie.
Siempre se dice que el fracaso es un paso más en la trayectoria de cualquier profesional, una parada ineludible en el trayecto. La diferencia está en si te bajas en ella o no, y la narración que se nos presenta y la leyenda de Cristóbal, nos dicen que ni él ni sus socios se apearon. Al menos, no de manera permanente.
Hay otro punto realmente bello y significativo: la polémica sobre los sombreros. "¿Pero tanta importancia tienen unos sombreros?" se pregunta Cristóbal en la serie. La respuesta es sí: se empieza con unos sombreros y a saber dónde se termina. Unos sombreros pueden ser política y aquí se nos presentan como una afrenta a la austeridad que los nazis querían imponer en París. Un accesorio se erige como símbolo de rebeldía, y no es la primera vez que sucede: ahí tienes a Las Sinsombrero. El calado de la vestimenta en la sociedad, la cultura y la historia es tan profundo como el de esos planos en la creación de piezas. Los mordiscos que se dan unos a otros hacen que ambos crezcan a imagen y semejanza de lo que comen.
No es lo único a destacar en los primeros capítulos, llenos de frases que podrían estar en cualquier moodboard o cita viral de redes sociales. Como el hecho de que una cosa es hacer buenas copias y otra muy distinta tener estilo propio. El síndrome del impostor que parece acosar a Cristóbal es algo reconocible, una vulnerabilidad con la que todo el mundo puede identificarse: lo que no deja de sorprender es que alguien que con el tiempo se ha erigido como genio, dudase. Humanizar el mito, suponemos. Pero el desarrollo de sus colecciones reflejan una búsqueda de identidad y una evolución que hacen plausibles las dudas. ¿Quién no ha sentido en algún momento que lo que ha salido de sus manos es basura, o en el mejor de los casos, un producto mejorable?
Ahora hay una conversación en línea relacionada con desaprender parte de la cultura del sobreesfuerzo que tiene mucho de interesante y que, al mismo tiempo, pone sobre la mesa la idea de que lo que es para ti, debería fluir y llegar sin esfuerzo. Y, ay, qué peligroso puede ser eso. ¿Dejarte la salid física o mental en el proceso? Ni mucho menos; ya hemos aprendido. ¿Creer que todo va a salir mágicamente porque es para nosotros, porque es lo que tiene que ser? Tampoco.
A Cristóbal lo vemos sentir la chispa de la inspiración en conversaciones con sus socios, con su entorno, pero también lo vemos sumergirse en libros de Historia y arte para desarrollar esa idea. Una conexión afortunada no sirve de nada sin una buena ejecución. Y la buena ejecución conlleva horas, algún grito del que luego arrepentirse y sacar paciencia de donde no la hay. Si ese era el método de "el maestro de todos nosotros", como dijo Dior sobre el diseñador, vale la pena intentar aplicarlo.