Phoebe Philo y Khy: las dos maneras de entender el lujo (que hace 'sold out')
Por María José Pérez - 1 de diciembre de 2023 - moda
Aunque sus fundadoras parezcan vivir en dos universos diferentes, Phoebe Philo y Khy son dos de las marcas más recientes y populares que están haciendo sold out a base de drops y apelar al lujo de maneras radicalmente distintas. ¿O no tanto?
Las puertas nunca están cerradas para una Kardashian (Kim trabaja con diseñadores antes inaccesibles y que ha desfilado en la Alta Costura), pero hay que conceder que visualizarla a ella o a Kylie Jenner luciendo la nueva colección de Phoebe Philo sería extraño. Sencillamente porque a poco que se conozca a la diseñadora que elevó a los cielos a Céline (cuando todavía se escribía así), cuesta imaginarla cómoda entrando en ese escenario, y eso que lo de la viralidad ya no le es desconocido: la marca hizo sold out del 70% de las prendas en las primeras horas de vida. ¿Lo curioso? Que casi al mismo tiempo, la firma lanzada por Kylie Jenner, Khy, hizo lo propio. Y no porque la pequeña del klan no convierta en oro todo lo que convierte (recuerda que cuando arrancó su marca de maquillaje, era casi imposible hacerse con un lip kit porque se agotaba en segundos), sino porque estamos hablando de nacimientos casi paralelos que utilizan una palabra como reclamo de ventas: lujo. Solo que entendido de dos maneras diferentes.
Simplificando la cuestión bastante, no sería descabellado hablar de la manera antigua y la manera moderna de entender el concepto, aunque si la marca tiene que seguir el criterio del precio para ser incluida en esa categoría, pocos meterían a Khy dentro: las prendas se mueven en la media de los 150€, una cifra irrisoria comparada con la que hay en la web de Philo. Irrisoria e inexistente en el cosmos de la diseñadora, porque no hay nada en su nueva propuesta que baje de los 500€. Pero aun así, en Khy lo tienen claro: pretenden "redefinir el guardarropa moderno ofreciendo colecciones editadas que combinan perfectamente el lujo con el estilo cotidiano". Lujo y estilo cotidiano. Lo que pretenden muchas firmas, por supuesto (¿o acaso las colecciones de ready-to-wear no se han estado volviendo más y más comerciales?) pero que parece todavía más explícito en el caso de Phoebe Philo y de Khy.
El regreso de la creadora nacida en París y educada en Londres era realmente esperado precisamente por eso: para volver a tener una voz femenina que entendía las necesidades cotidianas y espirituales de las mujeres a la hora de vestir. Sarah Mower escribió para Vogue que el día del lanzamiento era "un día de enorme celebración para una gran comunidad de la moda". Así, tal cual. Porque aunque no todo el mundo comulga dentro de la Philomanía, lo cierto es que la particular visión de Phoebe caló entre una comunidad intelectual que durante 9 años vio cómo la silueta femenina no tenía por qué limitarse ni a lo sensual del Y2K ni a la suavidad del preppy. Podía haber otro camino alineado con el lujo silencioso, ese concepto que tanto gusta ahora y que, sin embargo, Philo ha abandonado ligeramente: en realidad, sus prendas parecen gritar. ¿No hay logo? No hay logo. Pero eso no las hace menos discretas: ahí tienes el bikini dorado con tachuelas o el cinturón con forma de shorts de piel con más tachuelas y lazos laterales, o cualquiera de las prendas realizadas en punto texturizado y cuyo precio ni siquiera se especifica. Pasa lo mismo con un trench de piel que llega a media pierna y que está realizado siguiendo técnicas tradicionales. El de Khy (evidentemente) es de material sintético para conseguir el mismo efecto cuero y sí, está agotado.
Las prendas de Kylie Jenner tampoco tienen ningún logo visible que las haga reconocibles sino que, como en el caso de Philo, el equipo de diseño confía en que la estética inherente a la mujer que le da nombre a la firma sea la seña de identidad. Que las prendas sean muy Philo o muy Jenner. Porque puedes ver a ambas en los productos que han lanzado al mundo, incluso aunque en Khy las colecciones se hagan en colaboración con otras marcas "icónicas" y "diseñadores globales" con la esperanza de convertirse en una plataforma "que ofrezca acceso a una moda increíble para todos". Con la democratización hemos topado.
Esta es posiblemente la mayor diferencia entre las marcas. No son (tanto) los materiales o la forma de producción (cosas que importan) sino cómo dos mujeres poderosas capaces de hacer sold out conciben su producto de puertas para afuera, cómo dos mujeres privilegiadas creen que el mundo debería relacionarse con su creación: desde la (ultra)exclusividad o desde la inclusión. En materia de tallas, donde Khy gana la partida al ofrecer una mayor variedad, pero también en materia de precios y comunicación. Cuando la horquilla media va de los 1.500€ a los 3.000€ y varios productos tienen que ser comprados a través del departamento de ventas, no quieres que todo el mundo pueda tener tu ropa: te diriges a una élite que o bien tiene el dinero o bien ha podido ahorrar durante años (y en los tiempos en los que estamos, poder ahorrar es también un lujo). En cambio, cuando tu media tiene un cero menos, la cosa cambia.
"Khy es la idea de traer high fashion al mainstream", contó Kylie en una entrevista. Y resalta otro aspecto importante colaborar entre diseñadores. Una práctica antes poco común o anecdótica que, sin embargo, ha ido calando entre distintas marcas, que han sido capaces de apreciar no solo las ventajas a nivel creativo, sino también el filón comercial que supone unir fuerzas y vender algo bajo la etiqueta de exclusividad inclusiva, por muy contradictorio que parezca. El mensaje es claro: mira qué majos y modernos somos porque unimos fuerzas, pero date prisa, porque esto son unidades limitadas y se acaban. El cóctel perfecto para que cualquiera compre, pero especialmente, la generación Z.
Y sí, Kylie pertenece a esa generación que, en teoría, ha querido eliminar dramatismo a ciertas firmas de lujo; para quitar una capa de misterio que impedía que cualquiera pudiese acercarse a las firmas tradicionales. Las propias marcas han tenido que entrar al juego viendo el cambio de tendencia en el mercado, aunque algunas (por no decir muchas) lo hayan hecho con reticencias y deseando poder volver a las prácticas que les son conocidas. Sin embargo, la nueva manera aperturista de entender el lujo y la moda premium no tiene pinta de que vaya a desaparecer: ya se ha enredado lo suficiente en las cabezas de los (futuros) compradores como para que la marcha atrás no tenga sentido.