NBN: Netflix-Baguette-Netflix o la tendencia de salir en pijama a la calle que (por algún motivo) vuelve a ser polémica
Por María José Pérez - 9 de febrero de 2023 - moda
Una conversación en Twitter ha puesto sobre la mesa un fenómeno tan antiguo como esta sociedad moderna en la que vivimos y que, sin embargo, vuelve a recubrirse de un nombre 'cool': bajar en pijama a la calle. Hay quien ve en este gesto un acto de rebeldía y quien lo entiende como una falta de cuidado hacia uno mismo y hacia los demás. Pero ¿no es inevitable teniendo en cuenta el 'casual' de las tendencias de los 2000?
Podríamos decir que solo pasa en materia de tendencias de moda, pero sería mentira: en general, nos encanta poner términos que suenan ultramodernos a gestos y costumbres que llevan mucho tiempo (cuando no toda la vida, como diría cualquier madre certificada) entre nosotras. Lo hemos vivido recientemente con el journaling (llevar un diario), con el batch cooking (meterte en la cocina unas horas a dejar preparado lo máximo posible) y con otras tantas acepciones que suelen venir del habla inglesa. Esta, en cambio, tiene tintes patrios y parisinos: NBN o Netflix-Baguette-Netflix. ¿Lo que designa? El mundano y a veces práctico bajar a la calle en pijama. Tal cual.
La conversación ha surgido a raíz de un mensaje que la periodista Olatz Simon compartía en Twitter: inmortalizó a una (creemos) parisina que había bajado a la calle con su pijama rosa, unas botas que recuerdan a las UGG, unas orejeras y un abrigo teddy divino. Así, sin más. Y como matizaba después, no es solo que esta chica hubiese bajado un segundo a hacer un recado, sino que "se sentó en una terraza a desayunar". Nada de ir con prisas, nada de bajar así esperando que nadie la vea. Sencillamente, parecía no importarle. Si había algo de orgullo en ese gesto o no, es una incógnita.
Cada vez veo más en París eso de salir en pijama a por el pan o a pequeños recados los fines de semana. Me dicen que lo llaman NBN, Netflix-Baguette-Netflix. Seguro que no es solo aquí. Hasta ahí puedo leer. pic.twitter.com/2Nkf4vx8aq
— Olatz Simón (@SimOnTheWay) January 22, 2023
Lo que pasó en ese hilo, está registrado: personas que decían que eso se había hecho en los pueblos toda la vida y gente que encuentra el look inadecuado. Y lo que ha sido de esta conversación, también te lo imaginas: carne de artículo viral. Porque, queramos o no, cuando hay movimientos estéticos sencillos y llamativos, tienen muchas papeletas de convertirse en una (micro)tendencia que irá adaptándose, amoldándose a los distintos contextos en los que se implante. He aquí una predicción: no transcurrirá mucho tiempo antes de que el NBN pase de ser algo literal (usar tu pijama para bajar a la calle) a algo metafórico, con prendas que parezcan pijamas pero que no se vendan como tales. Total, no es la primera vez que sucede.
No hay que remontarse demasiado lejos, solo un par de décadas atrás. En los primeros 2000, cuando la fascinación por las celebrities estaba en un punto muy álgido y las antecesoras de las influencers empezaban a despuntar (¿cómo olvidar las salidas cuajadas de paparazzi de Paris Hilton y Kim Kardashian?), cazar la foto descuidada era un deporte internacional. El público pedía y los fotógrafos servían: había que intentar pillar a esas mujeres en actitudes más relajadas para saciar la curiosidad desaforada. Y esos momentos solían ser remansos de descanso, instantes en los que no había maquillaje (o poquísimo), en los que no había una estilista de por medio (que se sepa); en los que había un punto de vulnerabilidad, la vulnerabilidad que implica salir al mundo con lo que has llevado en la intimidad del hogar. Básicamente, porque quizás no tienes fuerzas para hacer otra cosa, porque te puede la pereza o porque, qué diablos, a quién le iba a importar lo que llevases un domingo al medio día para bajar la basura o ese sábado por la mañana para pedir un café.
Los estilismos off duty de estas celebs fueron una fuente de inspiración indiscutible durante esa primera etapa de los 2000, y teniendo en cuenta la fascinación que siente ahora la moda y la industria cultural por aquella época, ¿cómo no iban a volver al primer plano esos looks puramente casual, aparentemente descuidados y rabiosamente relajados? Lo extraño es que no haya pasado antes. Sobre todo, teniendo en cuenta que hay quien lo sigue practicando con fervor, como Katie Holmes o Hailey Bieber.
Esta aparente tendencia (aunque todavía queda por ver si termina calando o no) adquiere todavía más sentido si se inserta dentro de la narrativa de lo íntimo y lo público que está sucediendo ahora mismo en la industria de la moda y que, como te imaginas, tiene mucho que ver con nuestros comportamientos (en redes) sociales. Las fronteras entre los dos espacios están cada vez más difuminadas debido al uso de plataformas como Instagram o TikTok (aunque ojo, que no nos hemos inventado nada; ya pasaba con MySpace o Tuenti en su momento) y quizás por eso, la lencería y el universo del boudoir tienen una fuerte presencia en las tendencias de primavera-verano 2023. Lo que antes quedaba para casa, y a lo que le hemos tenido que prestar atención forzosa debido a los confinamientos de 2020, ahora, se enseña. No en vano Prada ha hecho de lo rasgado y de asomarse a lo oculto el eje estructural de su colección para la nueva temporada.
Como pasa con todas esas tendencias que ponen en jaque la dualidad adecuado-inadecuado según los estándares normativos, las opiniones son de todo tipo. Hay quien (sobre)analiza las implicaciones que este gesto relativamente cotidiano puede llegar a tener en la psique; quien sencillamente lo considera inviable por higiene o porque sigue teniendo muy presente la mirada de los otros (tan crucial a la hora de vestirnos en el día a día) y a quien simplemente le da igual porque siempre lo ha hecho y no planea dejar de hacerlo. Porque es cómodo y fácil, y en tiempos inciertos en los que nuestra energía puede estar drenada, la seguridad del hogar se necesita en todas partes.