'Mermaidcore': la estética sirena es la tendencia maximalista que no esperábamos en 2023
Por María José Pérez - 20 de junio de 2023 - moda
Más o menos. Porque aunque sabíamos que el estreno de 'La Sirenita' iba a provocar oleadas estéticas, el calado está siendo mucho más potente de lo esperado.
En el momento en el que se vieron las primeras imágenes del live action de La Sirenita, con Halle Bailey como protagonista, se intuyó de una manera clara: la estética sirena o mermaidcore, como rápidamente fue bautizado el estilo en redes sociales, iba a traer mucha cola (ja) durante el verano 2023. Pero lo cierto es que se subestimó el furor que ha causado esta estética que apela a la nostalgia: no es solo que acumule millones de visualizaciones en TikTok o YouTube, sino que Netflix ha estrenado un documental llamado Gente Sirena y Zara ha incluido imágenes de sirenas en sus últimas campañas. Tal cual suena.
La colección que la compañía de Inditex ha querido inmortalizar haciendo referencia al mito resume parte de la estética sirena: la tendencia metalizada. Ha estado presente en diferentes pasarelas, especialmente en formato pantalón y vestido, pero ahora se ha extendido a casi todo tipo de prendas, tanto en plateado como en dorado, especialmente gracias a hilos metalizados. Pero no son las únicas coordenadas que tienes que memorizar si quieres emular el mermaidcore: las faldas al bies satinadas, los tejidos brillantes y las aplicaciones de cristales (mejor iridiscentes) entran dentro del núcleo de imprescindibles para mimetizarse con la imagen estilizada de las sirenas. Aquí no hay plumas ni pájaros: esto va de convertirse en Ariel. O como mucho, en una de sus hermanas.
Aunque tienen sentido, lo cierto es que buena parte del mermaidcore se aleja de los estampados más obvios de estrellas marinas y conchas: esos elementos, mejor para las joyas y accesorios. Sin embargo, las apuestas de Bottega Veneta o Alaïa sí recurren a la obviedad del azul y el celeste para hacer referencias veladas al hogar de las sirenas. Eso sí, el consenso general pasa por vestidos largos ajustados a la silueta, el mencionado corte al bies y cierta sutileza que, a pesar de ello, está muy lejos de lo minimalista. Las sirenas son, lo queramos o no, más excesivas que minimal. Y eso es lo que no vimos venir, o no del todo.
Es cierto que Nicola Brognano dejó muy claro en su apuesta en Blumarine para la primavera-verano 2023 que sus sirenas eran oscuras y dosmileras, que iban a seguir la estela del Y2K y que ahí lo sencillo ni está, ni se le espera. Pero si hay un estilo que ha estado predominando en las apuestas comerciales del lujo y de la moda rápida, es el de la neutralidad y el (aunque suene contradictorio) lujo silencioso. Después de bastantes coqueteos con la opulencia y la sexualidad de los 2000, el efecto rebote, que además nos trae de vuelta a cierta estética de la recesión, era inevitable. Súmale el fenómeno de masas de Succession y lo tienes hecho.
Mientras las alabanzas a la estética steal wealth no dejan de aumentar en número, unas cuantas voces críticas recalcan las aristas de una manera de vestir que se ha terminado idealizando. La periodista Leticia García resalta en un artículo para SModa que "cuesta creer que en tiempos de inflación y de escasez [...] el mundo quiera emular ese disfraz de rico ficcionalizado". Sí, es cierto que emular esos armarios tiene algunos beneficios colaterales, como el de promover un consumo más consciente gracias a prendas sencillas y versátiles, pero no se puede perder de vista que se trata de vestir como viste el 1% que se siente superior al resto: si bien la Revolución Industrial y la asunción del traje burgués como barómetro de estilo influyeron muchísimo en la idea de que los ricos visten de forma discreta, no se puede obviar los filtros clasistas y racistas que asocian los logos y los colores y estampados llamativos con la falta de gusto. ¿Por qué? Porque a partir de la mitad del siglo XX, especialmente en los 70, 80 y 90, fueron los afroamericanos los que empezaron a llevar prendas plagadas de logos. De hecho, Dapper Dan es un diseñador que en los 80 plagió los logos de las grandes firmas para vestir a los artistas del hip-hop, ya que las marcas no querían asociarse con ellos. La historia ha cambiado bastante.
A pesar de que la otra cara de ese lujo silencioso es cuanto menos rugosa (las costuras no están finas, no nos vamos a engañar), la crisis derivada del coronavirus y la inestabilidad política y socioeconómica en la que estamos inmersos a nivel mundial ha hecho que de manera más o menos inevitable las grandes firmas vuelvan a simplificar sus líneas y productos. Hacer ostentación mientras los demás sufren, no queda bien como eslogan de ventas. Pero es precisamente esa situación lo que ha llevado a muchas personas a buscar la evasión.
No es ningún secreto que cuando la realidad aplasta, las vías de escape son variadas y no solo están en lo audiovisual, sino también en la ropa. Ahí es donde la fantasía juega un importante papel, al mismo nivel que la mencionada nostalgia: ni siquiera tenemos que arriesgarnos ante lo desconocido, porque volvemos a lo que ya vivimos y nos gustó, a aquello que impactó de manera positiva en nuestro pasado; aquello con lo que pasamos un buen rato, que ha dejado una impronta en nosotros. Solo tienes que ver algunos vídeos de expectación ante el lanzamiento de Final Fantasy XVI para entenderlo; observar las reacciones de quienes vuelven a escuchar la banda sonora de La Sirenita. Y vestirnos como sirenas, vestirnos como lo hubiese hecho Ariel en 2023, es una tendencia maximalista, indulgente y hasta alineada con cierto modo de autocuidado que no hay que desdeñar.