Barbiecore, Margot Robbie en ‘Barbie’ y Zara: la obsesión por la muñeca que atraviesa la industria de la moda
Por María José Pérez - 18 de julio de 2023 - moda
La colección de Barbie y Zara y los estilismos de la actriz en la gira de promoción de la última película de 'Barbie' son la enésima demostración de que la fascinación que produce esta muñeca no conoce límites.
Los looks de Margot Robbie en el tour de prensa de la película de Barbie han sido épicos: hacía tiempo que no veíamos a alguien disfrutar así de la moda, jugar de una manera tan abierta y desvergonzada. Su estilista, Andrew Mukamal, ha ido compartiendo todas las elecciones estéticas que, evidentemente, pasan no solo por una inspiración en la muñeca, sino por recreaciones de algunos estilismos del juguete que recibió un premio honorífico de la CFDA en 2019. Están el del vestido de noche rosa de 1960, el del vestido negro del mismo año, el del vestido estampado de 1992… Y así podríamos seguir un buen rato porque la labor de documentación y estilismo que ha realizado Mukamal es de las que se recuerdan durante años, muchos años, y no solo porque por fin hayamos podido ver a Margot con algo que no es Chanel: es porque las dosis de rosa y diversión son la demostración de que la vis escapista de la moda siempre funciona ante el público. Para muestra, la colección que Zara lanza junto a Barbie con motivo del estreno de la película: se ha compartido en cientos de miles de cuentas y algunas de las prendas, como el vestido rosa de cuadros, se han agotado en cuestión de minutos.
No ha sido la única firma que se ha apuntado a realizar un homenaje a la muñeca: otro ejemplo lo tienes en You Are The Princess, que se une a Mattel para crear una colección con la que cualquier fan de Barbie soñaría, incluido esa versión de 11 años que todavía vive en ti: incluye desde stickers de brillo hasta kits de manicura, pasando por accesorios de pelo y todo lo que te imaginas para que tu rutina de skincare sea digna de Barbie.
El uso de las muñecas como lienzo para mostrar la moda del momento puede rastrearse hasta el uso de las muñecas Pandora, esas figuras que usaba primero la corte y luego los gremios de sastres y costureras para visibilizar la moda francesa fuera de las fronteras. Y tan populares se hicieron que aunque Napoleón las prohibió para evitar que los espías las usasen como vía de comunicación, empezaron a fabricarse de un modo cada vez más constante para dar respuesta a las demandas de la clase alta, que las utilizaban como juguetes y objetos decorativos. Porque, redoble de tambores, gracias a las innovaciones de Simon-Auguste Braillet, esas muñecas podían desvestirse y vestirse, lo que permitía adquirir estilismos especialmente pensados para las muñecas.
La primera muñeca Barbie, a la que Robbie y su estilista por supuesto han hecho referencia, apareció en escena en 1959 gracias a que la hija de su creadora, Ruth Handler, estaba fascinada por las muñecas de papel a las que se les podía poner ropa de papel gracias a unas a veces endebles pestañas (te dejo un momento para que te emociones si jugaste con algo así; yo lo hice). Pero, ¿por qué iba a funcionar? Según declaró Handler, porque las otras muñecas que había por aquel entonces en el mercado tenían “cuerpos infantiles para jugar a ser mayores” y eso, sencillamente, no tenía sentido. Sin embargo, aquí va un apunte importante: Barbie se inspiró en gran parte en una muñeca alemana que se produjo de 1955 a 1964, Bild Lilli Doll, y que en principio se lanzó… como un juguete sexual. Lillie era la protagonista de una tira ilustrada para adultos y en sus primeros años, se comercializaba de manera casi exclusiva en tiendas eróticas. Así que si alguna vez te has preguntado por qué Barbie tenía esa silueta reloj de arena tan marcada y un cuerpo tan canónico, aquí tienes parte de tu respuesta.
Barbie se presentaba en aquel momento como una “modelo adolescente” y por eso tenía tantos cambios de ropa y tantas adaptaciones de la pasarela, incluyendo Christian Dior o Cristóbal Balenciaga. Es más: el primer diseñador en colaborar con Barbie fue Oscar de la Renta, quien creó una serie de estilismos de noche que se vendían por separado y, así, poder ampliar su armario festivo, y en 1998, creó la primera muñeca al completo con un vestido epatante… aunque no tanto como los de Bob Mackie. El icónico diseñador de Cher se asoció con Mattel, la compañía de Barbie, para crear una serie de vestidos de noche tremendamente elaborados e historiados, con tocados, volúmenes y muchas, muchas lentejuelas. Sus señas de identidad, vamos. Y la historia siguió y siguió durante los siguientes años, hasta llegar a una alianza que, sencillamente, tenía que suceder: la de Barbie y Moschino.
En 2015, lanzaron una colección que venía a ser la continuación de la propuesta de pasarela que se había inspirado en Barbie, usando todos los clichés visuales que hicieron famosa a la muñeca y que ahora se han quedado en el imaginario popular. ¿El más importante? El rosa. El mismo tono que también ha usado Balmain para su colección con Barbie, en 2022. Un rosa que se hizo el protagonista absoluto de la colección de otoño-invierno 2022 de Valentino y que causó tanto furor que llevó a la compañía a registrar el color y convertirlo en el rosa Valentino.
Ese tono específico ha llenado muchas imágenes de street style y con variaciones, desde la agencia de detección de tendencias WGSN siguen comprobando que, “a corto plazo, los tonos #HyperPink serán tendencia en las redes sociales durante el verano, en línea con el lanzamiento de Barbie el 21 de julio”. Así, señalan que las búsquedas en Google de “rosa Barbie” están subiendo de nuevo, y las menciones en redes sociales han aumentado un 21% interanual. Y, sin embargo los datos de comercio electrónico de la compañía “muestran que los productos rosa Barbie están funcionando por debajo de la media”.
“La era hiperbrillante está en declive a medida que un estado de ánimo más sombrío se abre paso tras la euforia posterior a la pandemia”, explican. Por eso, aunque los minoristas han aumentado la cantidad de productos en rosa brillante para este verano con respecto al anterior, solo el 9% de esos productos se agotan sin entrar en las rebajas, frente a una media del 13%. Es decir, que aunque nos gusta hablar del rosa Barbie, no nos atrevemos a llevarlo. Al menos, fuera de TikTok y del hashtag Barbiecore.
WGSN no es la única agencia que indica que el momento de este rosa tan intenso ya ha pasado: Tag Walk señala en su informe de tendencias de otoño-invierno que el rosa ha visto reducida su presencia en pasarelas en un 37% con respecto a los estilismos de primavera y un 29% con respecto al invierno anterior, mientras que el gris coge carrerilla. Vamos, que estamos más apagadas que con ganas de emular a la icónica muñeca. O parece que lo estaremos.
La caída de este rosa tan intenso también tiene otros motivos y otras interpretaciones, y se puede tirar del hilo hasta su creación y popularización por parte de Elsa Schiaparelli en los años 30. Fue entonces cuando la mítica diseñadora hizo suyo un color que describió como “brillante” y “puro” y que, sin embargo, no contó con el beneplácito de la mayoría. Eva Heller en su libro Psicología del color, señala que “el público quedó espantado” con ese rosa, porque “nadie habría creído que el rosa podía ser tan agresivo”, ya que “no tiene ninguna de las cualidades femeninas tradicionales”. “Es el color de la publicidad poco seria, de los accesorios más estridentes en la moda y de los artículos de plástico más baratos”, continúa.
Esa valoración es significativa. Mucho. Porque el rosa queda entonces relegado o bien a la niñez, la suavidad y lo tierno, lo pequeño, o bien a lo barato, extravagante y desafiante, y aunque todas esas connotaciones pueden pasarse por un filtro positivo, no es lo que suele suceder. De este modo, el rosa asociado a lo femenino, ya sea en la dulzura, ya sea en lo sexy (no olvidemos a Marilyn Monroe en su icónica escena), queda codificado como barato, desdeñable. Como lo tonto, y ahí tenemos la representación y crítica de Una rubia muy legal , o el hecho de que fuese el color de cabecera de las bimbos (es decir, del arquetipo de la rubia tonta que de vez en cuando usa su cuerpo para manipular a los hombres) de los 2000, es decir, de Paris Hilton y compañía. De las divinas de Chicas malas, que en inglés eran las Plastic.
Sin embargo, desde hace algunos años, y alentado por parte de quienes participan en el Barbiecore, el rosa ha iniciado una especie de campaña para obtener un prestigio que se le ha negado durante décadas, ya que, históricamente, a las mujeres se les ha pedido tener cuidado con la forma de expresar su feminidad para encajar. Ya lo sabes: el poder y ocupar espacios públicos, aunque sean pequeños, pedían hombreras y tonos neutros, no volantes y color rosa. Y cuando en los 2000 el ambiente cultural y los medios de comunicación ensalzan y hunden al mismo tiempo a esas nuevas celebridades envueltas de pies a cabeza en las tendencias del momento (pantalones de talle bajo, detalles cowboy, sandalias destalonadas, plataformas, conjuntos de chándal de terciopelo, monos vaqueros y brilli brilli por todas partes), la teoría que sobrevolaba la industria de la moda termina por confirmarse.
No es casualidad, por supuesto, que alrededor de 2010, surgiese el arquetipo conocido como pick me girl: mujeres que habían interiorizado cierta misoginia y se separaban del grupo diciendo que “no eran como las demás”. Ellas no leían revistas de moda y vestían de rosa, sino que se sumergían en libros de autores rusos, devoraban cómics y llevaban sudaderas XL de sus mejores amigos. Como si esas dos personas no pudiesen existir dentro de un mismo cuerpo, como si esas personalidades fuesen incompatibles. Hola, superioridad moral derivada de adoptar comportamientos considerados masculinos.
Puede que como reacción a todo ello, como respuesta al avance en materia de feminismo que hemos vivido en la sociedad, tenga sentido revisitar el Barbiecore para darnos cuenta de que, simplemente, puede ser un estilo más, una manera de vestir que no compromete tu inteligencia ni tu valía como ser humano. Que, si quieres, puede ser incluso una declaración de intenciones; una palmada sobre esas mesas de contrachapado grises. Pero tampoco podemos obviar el siempre rentable factor nostálgico.
El Barbiecore y el bimbocore volvió a resurgir a raíz de la pandemia, un momento en el que muchas personas pasaron ingentes cantidades de tiempo en casa (ya fuese de manera obligada o voluntaria) revisitando, en el mejor de los casos, juegos y productos audiovisuales de épocas pasadas. En concreto, los millennnials de su infancia y adolescencia. Y ahí es cuando volvemos a encontrarnos con todo ese imaginario brillante y fucsia que, en su momento, nos trajo confort. Teniendo en cuenta que no sabíamos lo que pasaba fuera y que la realidad podía ser insoportable, ¿cómo no caer rendida ante el encanto de lo vintage, ante lo magnético de lo que nos hizo sentir bien?
En su autobiografía, Ruth Handler remarcó que su filosofía con Barbie era que “a través de la muñeca, las niñas podían ser todo lo que quisieran; Barbie siempre ha representado el hecho de que las mujeres tienen opciones”. Y aunque ya se ha desmontado ese discurso hasta la saciedad, lo cierto es que tiene todo el sentido del mundo que ahora mismo queramos creerlo. Con matices, con aprendizajes, pero creerlo. Confiar en que podemos ser lo que queramos… vistiéndonos como queremos.